Los contrastes de producción y de renta
Existen importantes desequilibrios interterritoriales en cuanto al volumen y la distribución de la producción.
Así por ejemplo, dejando aparte el caso de Ceuta y Melilla por su condición de Ciudades Autónomas, Cataluña y la Comunidad de Madrid representan más de un tercio de la producción interior; y si tenemos en cuenta también la aportación de Andalucía y la Comunidad Valenciana, las otras dos regiones más significadas por su valor, el porcentaje se eleva hasta el 55 %. Es decir, cuatro Comunidades Autónomas concentran más de la mitad del PIB de España.
Por contra, la aportación a¡ PIB de las restantes comunidades, salvo el País Vasco, es interior en mayor o menor grado a la media nacional.
A su vez, dentro de cada una de las Comunidades Autónomas se observan también grandes disparidades internas. Las provincias más significadas coinciden, generalmente, con las comunidades más ricas. A ellas tan sólo habría que añadir algunas provincias, como, por ejemplo, Burgos y Valladolid en Castilla y León, cuya contribución es superior a la de su correspondiente comunidad. De igual forma, las provincias más deprimidas suelen situarse en las regiones cuya contribución al PIB es escasa.
Igualmente, los contrastes se manifiestan de forma evidente dentro de cada una de las provincias españolas, sobre todo entre la capital y el medio rural.
El valor absoluto de la producción no permite, sin embargo, conocer el nivel de vida de la población, ya que éste se halla muy condicionado por el tamaño de cada región. El grado de desarrolló económico se mide más ajustadamente a través del nivel de producción por habitante.
De este modo, teniendo en cuenta el binomio producción población, Cataluña y Madrid siguen significándose, pero ya no aparece Andalucía; ello se debe a que el valor de la producción andaluza está muy relacionado con su extensión y con su peso demográfico. Destacan, sin embargo, otras comunidades que no lo hacían anteriormente, tales como la Comunidad Foral de Navarra, Baleares, País Vasco, La Rioja y Aragón, cuyos valores del PIB por habitante son, como en el ca¬so de Cataluña y Madrid, superiores a la media española. Las regiones interiores y del sur, sobre todo Andalucía, Galicia, Extremadura y la Región de Murcia presentan los valores más bajos. El PIB por habitante de la región más rica, la Comunidad de Madrid, es más del doble del de la más pobre, Extremadura.
Los contrastes de riqueza y desarrollo entre unas comunidades y otras responden a la estructura productiva dominante en cada una de ellas, fruto a su vez de la evolución seguida por su economía.
Es evidente que, en líneas generales, y sin olvidar las enormes desigualdades superficiales y demográficas entre unas regiones y otras, coinciden las Comunidades Autónomas más desarrolladas con aquellas en que la actividad industrial tiene importancia y el sector terciario presenta un fuerte peso, sobre todo los servicios prestados a la producción y al turismo. Por contra, las comunidades menos desarrolladas se co¬rresponden con aquellas en las que existen estructuras productivas un tanto tradicionales, es decir, en las que el sector primario ocupa un lugar destacado. Aunque también hay que tener en cuenta que ha habido fuertes modificaciones en el sector primario, sobre todo en los aprovechamientos agrarios e industrialización agroalimentaria.
De este modo, y siguiendo este esquema general, las comunidades con mayor especialización agropesquera coinciden con las comunidades menos desarrolladas, como son Castilla y León, Castilla La Mancha, Extremadura, Región de Murcia, Galicia, La Rioja, Aragón y Andalucía.
Existen importantes desequilibrios interterritoriales en cuanto al volumen y la distribución de la producción.
Así por ejemplo, dejando aparte el caso de Ceuta y Melilla por su condición de Ciudades Autónomas, Cataluña y la Comunidad de Madrid representan más de un tercio de la producción interior; y si tenemos en cuenta también la aportación de Andalucía y la Comunidad Valenciana, las otras dos regiones más significadas por su valor, el porcentaje se eleva hasta el 55 %. Es decir, cuatro Comunidades Autónomas concentran más de la mitad del PIB de España.
Por contra, la aportación a¡ PIB de las restantes comunidades, salvo el País Vasco, es interior en mayor o menor grado a la media nacional.
A su vez, dentro de cada una de las Comunidades Autónomas se observan también grandes disparidades internas. Las provincias más significadas coinciden, generalmente, con las comunidades más ricas. A ellas tan sólo habría que añadir algunas provincias, como, por ejemplo, Burgos y Valladolid en Castilla y León, cuya contribución es superior a la de su correspondiente comunidad. De igual forma, las provincias más deprimidas suelen situarse en las regiones cuya contribución al PIB es escasa.
Igualmente, los contrastes se manifiestan de forma evidente dentro de cada una de las provincias españolas, sobre todo entre la capital y el medio rural.
El valor absoluto de la producción no permite, sin embargo, conocer el nivel de vida de la población, ya que éste se halla muy condicionado por el tamaño de cada región. El grado de desarrolló económico se mide más ajustadamente a través del nivel de producción por habitante.
De este modo, teniendo en cuenta el binomio producción población, Cataluña y Madrid siguen significándose, pero ya no aparece Andalucía; ello se debe a que el valor de la producción andaluza está muy relacionado con su extensión y con su peso demográfico. Destacan, sin embargo, otras comunidades que no lo hacían anteriormente, tales como la Comunidad Foral de Navarra, Baleares, País Vasco, La Rioja y Aragón, cuyos valores del PIB por habitante son, como en el ca¬so de Cataluña y Madrid, superiores a la media española. Las regiones interiores y del sur, sobre todo Andalucía, Galicia, Extremadura y la Región de Murcia presentan los valores más bajos. El PIB por habitante de la región más rica, la Comunidad de Madrid, es más del doble del de la más pobre, Extremadura.
Los contrastes de riqueza y desarrollo entre unas comunidades y otras responden a la estructura productiva dominante en cada una de ellas, fruto a su vez de la evolución seguida por su economía.
Es evidente que, en líneas generales, y sin olvidar las enormes desigualdades superficiales y demográficas entre unas regiones y otras, coinciden las Comunidades Autónomas más desarrolladas con aquellas en que la actividad industrial tiene importancia y el sector terciario presenta un fuerte peso, sobre todo los servicios prestados a la producción y al turismo. Por contra, las comunidades menos desarrolladas se co¬rresponden con aquellas en las que existen estructuras productivas un tanto tradicionales, es decir, en las que el sector primario ocupa un lugar destacado. Aunque también hay que tener en cuenta que ha habido fuertes modificaciones en el sector primario, sobre todo en los aprovechamientos agrarios e industrialización agroalimentaria.
De este modo, y siguiendo este esquema general, las comunidades con mayor especialización agropesquera coinciden con las comunidades menos desarrolladas, como son Castilla y León, Castilla La Mancha, Extremadura, Región de Murcia, Galicia, La Rioja, Aragón y Andalucía.
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