El
Carnaval fue una de las formas más contundentes y
expresivas de la festividad en el pasado. Una fiesta en
la que todos los miembros de la comunidad participaban
de una u otra forma; todos eran actores y espectadores
en las calles y en las plazas.
Era una época de postulaciones, de disfraces grotescos,
de figuras amables, de monstruos míticos, de monigotes
enigmáticos, de canciones repetidas, de bailes alegres,
de danzas rituales, de cortejos en un orden orden caótico,
de carrozas adornadas, de comedias, de excesos, de
abusos, de violencia.
Durante el siglo XX hemos
asistido a la desaparición de muchísimos carnavales de Navarra y
a la recuperación de unos pocos, como el de Alsasua, Pamplona y
pocos más.
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